jueves, 1 de octubre de 2009

Memoria


Ultimamente vivo inmerso en un continuo caos que no soy capaz de aplacar. El desorden de mi casa comienza a ser su "orden" por defecto. Porque, ¿qué es exactamente el orden?
Algún físico-matemático podría dar criterios absolutos para ello; e incluso en la vida real, a nivel más mundano, existen pautas no escritas que todo el mundo (las siga o no) entiende y en las que conviene. Por ejemplo: los platos no deben estar en el fregadero, sucios... la ropa, debe estar en los cajones, y no tirada por el suelo... etc. Es verdad que existen grados de laxitud en esas reglas, parametrizados por el tiempo y el espacio: ¿cuanto tiempo puede estar una camisa en el pomo de una puerta secandose, sin que se considere ya "desorden"? De hecho, esa multitud de grados, casi continua (frente a cuantizada), es la fuente de muchas peleas en convivencia.
Pero no es mi objeto hablar de la entropía (es un asunto interesante empero, para otra vez quizá). Sino de la memoria.

Gran parte del desorden de mi casa está causado por la múltitud de objetos que guardamos para recordar cosas varias: los famosos "recuerdos": Cartas, cuadernos, libros, fotos, postales, objetos, souvenirs, adornos, figuritas, invitaciones, planos de ciudades, folletos turísticos, billetes de avión, tarjetas de embarque, sobrecitos de azucar, recibos, MÁS recibos, facturas, MÁS facturas, cuadros antiguos, regalos inútiles, diplomas absurdos, trofeos más absurdos aún, ropa vieja, un poco más de ropa vieja (Dios mío, ropa vieja!!!)...

¿Por qué tendemos a guardar cosas inútiles? Yo al menos, he llegado a la conclusión de que no me fío de mi memoria, y me da miedo olvidar.

¿Qué pasa cuando olvidas algo? Pierdes parte de tu ser, ¿no? A ver, si no, ¿quién era ese que actuó aquella vez, qué le motivaban, por qué hizo lo que hizo, y qué le empujó a ello? Ese ya no soy yo. De hecho, es un desconocido, con el que no tienes la menor relación. Es una sensación desasosegante, cuando te cuentan: "¿pero no te acuerdas?, ¿si estuviste bailando con ella toda la noche!". Piensas, "¡joder, pero si yo no fuí!, no me acuerdo de nada!". ¿Quién estaba en mi lugar, qué hizo?.

Pero no solo es eso. Todas nuestras sensaciones acerca de algo, gustos, aprecios, desprecios, se basan en la memoria. Incluso más de una vez he tenido la sensación de que cierta simpatía o antipatía previa hacia alguna persona poco tratada, provenía de algún sueño que he tenido.

El otro día mi abuelo, de 92 años, comió, seguramente por primera vez en 60 o 70 años, gambas. Siempre las ha odiado, desde un atracón en Chiclana, cuando era joven.

El otro día, simplemente, las probó (estaban en la mesa, a su alcance) y le gustaron. Con la mayor naturalidad del mundo, al preguntarle, contestó: "¡a mí siempre me han gustado mucho las gambas!".

Todos esos años, desaparecieron en un instante.


domingo, 9 de agosto de 2009

Agosto

Hacía tiempo que no me quedaba en Madrid en agosto.
Pues fácilmente tres años, en los que sólo intuía durante cuatro o cinco días en qué se convertía mi barrio en el mes vacacional por excelencia.

Y es curioso, porque la percepción cambia mucho si estás a punto de irte de vacaciones o si aún sigues currando, y vas a seguir alguna semana más incluso:

Lo "desangelado" se vuelve "tranquilo", lo "vacío" se vuelve "desahogado"... Ahora también es cierto que el "buen tiempo" se convierte en "un calor insoportable". Gracias a Dios muchas oficinas tienen buen (a veces demasiado) aire acondicionado. Pero ese es otro eterno tema de conversación, acerca del que nadie se pone de acuerdo: dos personas en una habitación nunca tendrán la misma idea de cuando poner y cuando quitar el puñetero aire acondicionado.

Otras ventajas: sueles poder aparcar donde quieres; hay más sitio en los supermercados, los museos están más tranquilos,...

Ah, y otra importante, es quedarse durante el fin de semana del 15 a disfrutar de las fiestas de la Virgen de La Paloma, que por castizas no son menos animadas: se mezcla modernidad y tradición, y el ambiente es increíble en la calle.

Este añó sólo veo una cosa un poco cutrecilla por parte del Ayto.: y es que hay muchos menos cines de verano en los barrios. No sé, tambień es una manera de dinamizar la economía, ¿no? Al menos la de los vendedores de pipas...

viernes, 3 de julio de 2009

Mauricio

No, no voy a escribir acerca de Mauricio Colmenero (Tirí tirí tirí), ese personaje tan satíricamente español de la tele, sino de la Isla de Mauricio, sita en el Índico Sur, al oeste de Madagascar, cerquita de la isla de Reunión.

En realidad, de lo que más me gustaría dejar constancia es de la amabilidad, la educación, y el buen trato que ofrecen sus gentes. Gentes que son el resultado de siglos de mestizaje, entre europeos (portugueses, holandeses, españoles, británicos y finalmente franceses) y sobre todo africanos, indios y chinos. El resultado es tan armonioso como sorprendente y, aunque existen casos evidentemente mendelianos de los fenotipos implicados, realmente han llegado a conformar un tipo racial muy homogeneo.

Las razones que han hecho que conociera esta maravillosa isla no vienen al caso, pero es cierto que, aunque el viaje en cuestión no ha sido todo lo aventurero que han sido otros, ha supuesto un gran descubrimiento, por lo agradable de sus gentes y por la increíble variedad y exotismo de su naturaleza: los pájaros, los animales, la vegetación, el mar y sur corales. Todo ha resultado nuevo y me hace desear visitar otros destinos tropicales del hemisferio sur.