miércoles, 3 de marzo de 2010

La Hipótesis de Gaia


En estos meses han pasado muchas cosas, pero ahora que vuelvo a escribir quiero hacerlo acerca de una idea muy interesante que ha llegado a mí desde diferentes flancos.

Me refiero al concepto de Gaia.

Gaia es otra palabra para hablar de Gea, la diosa Tierra de la mitología griega, y fue el nombre que sugirió Willian Golding a James Lovelock cuando éste le habló de sus trabajos teorizando en busca de un ser/ente/sistema que se encarga, a escala planetaria, de mantener en equilibrio todos los parámetros del medio ambiente y de manera qu
e sean óptimos para la vida en la Tierra.

La idea es más que sugerente: un planeta vivo, que siente y padece, que evoluciona y que se puede quejar... Está en la calle: "estamos pasandonos, y un día el planeta se va a enfadar", "mira lo de Islandia, Haití, la Tierra está reaccionando".

En realidad la hipótesis de Gaia es más concreta y hasta cierto punto más científica, aunque no faltan voces que la critican por vaga y poco precisa. Lo que dice la teoría (o decía cuando se formuló, por primera vez en 1969, y por escrito en 1979) es básicamente que existe un sistema formado por toda la biomasa del planeta, y también por la atmósfera, los mares y ciertas partes de la corteza terrestre, que funciona como un sistema homeostático / cibernético y que se encarga de mantener las condiciones óptimas para el desarrollo de la Vida en el planeta.

Para llegar a esto argumenta alrededor de los siguientes hechos:
1.- La temperatura media de la Tierra no ha cambiado en los últimos 3500 millones de años, pese a las variaciones de la energía neta que se recibe del Sol (altamente variable).
2.- La composición de la atmósfera es áltamente inestable, y no sería como es hoy en absoluto, si nadie actuara sobre ella: hay demasiado oxígeno y muy poco CO2.
3.- La salinidad de los mares se ha mantenido también constante durante todos estos años, mientras que debería ser mucho mayor, teniendo en cuenta el aporte de las aguas que discurren por los continentes y de los fondos marinos.

Da qué pensar, y reconozco que tras leer el primer libro de Lovelock, ya en algunos puntos obsoleto, estoy animado a seguir leyendo sobre este tema tan actual. Mi primera pregunta es ¿cómo ha evolucionado esta idea, tras los avances en ciencias medioambientales de las últimas décadas, así como con los últimos descubrimientos sobre el cambio climático?

Lovelock poco menos que se mofaba de la gente que temía a los CFCs, ozonífagos, argumentando que durante eones Gaia se ha ocupado de mantener la capa de ozono en los niveles adecuados; incluso decía que durante los primores miles de millones de años de existencia de vida, no había ozono en absoluto. De hecho, vivimos en una atmósfera que se contaminó completamente en un punto concreto de la historia de nuestra planeta, y que acabó con las formas de vida originarias del planeta, las anaeróbicas (hoy recluídas a nuestros intestinos); el contaminante en cuestión es el oxígeno.

En otro nivel resulta romántico pensar en que el planeta está vivo, o casi, y que de alguna manera somos parte de él. Muy recientemente, de forma muy popular y para todos los públicos esta idea se ha plasmado en la película de James Cameron Avatar, pero ya se ha explorado de forma más detallada, como por ejemplo hizo Isaac Asimov en una de las novelas más tardías de la serie Fundación (Fundación y Tierra).

Pero, al igual que en Gaia algunas especies fueron eliminadas por el bien común en algún momento de su 'vida', ¿qué podría desencadenarse para que el entorno se mantuviera imperturbable y cómodo si nos empeñamos en estropearlo?

¿Podría ser que, igual que las bacterias anaeróbicas, acabemos viviendo en burbujas aisladas inmersas en un nuevo mundo venenoso para nosotros, lleno de otras formas de vida adaptadas a él?


jueves, 1 de octubre de 2009

Memoria


Ultimamente vivo inmerso en un continuo caos que no soy capaz de aplacar. El desorden de mi casa comienza a ser su "orden" por defecto. Porque, ¿qué es exactamente el orden?
Algún físico-matemático podría dar criterios absolutos para ello; e incluso en la vida real, a nivel más mundano, existen pautas no escritas que todo el mundo (las siga o no) entiende y en las que conviene. Por ejemplo: los platos no deben estar en el fregadero, sucios... la ropa, debe estar en los cajones, y no tirada por el suelo... etc. Es verdad que existen grados de laxitud en esas reglas, parametrizados por el tiempo y el espacio: ¿cuanto tiempo puede estar una camisa en el pomo de una puerta secandose, sin que se considere ya "desorden"? De hecho, esa multitud de grados, casi continua (frente a cuantizada), es la fuente de muchas peleas en convivencia.
Pero no es mi objeto hablar de la entropía (es un asunto interesante empero, para otra vez quizá). Sino de la memoria.

Gran parte del desorden de mi casa está causado por la múltitud de objetos que guardamos para recordar cosas varias: los famosos "recuerdos": Cartas, cuadernos, libros, fotos, postales, objetos, souvenirs, adornos, figuritas, invitaciones, planos de ciudades, folletos turísticos, billetes de avión, tarjetas de embarque, sobrecitos de azucar, recibos, MÁS recibos, facturas, MÁS facturas, cuadros antiguos, regalos inútiles, diplomas absurdos, trofeos más absurdos aún, ropa vieja, un poco más de ropa vieja (Dios mío, ropa vieja!!!)...

¿Por qué tendemos a guardar cosas inútiles? Yo al menos, he llegado a la conclusión de que no me fío de mi memoria, y me da miedo olvidar.

¿Qué pasa cuando olvidas algo? Pierdes parte de tu ser, ¿no? A ver, si no, ¿quién era ese que actuó aquella vez, qué le motivaban, por qué hizo lo que hizo, y qué le empujó a ello? Ese ya no soy yo. De hecho, es un desconocido, con el que no tienes la menor relación. Es una sensación desasosegante, cuando te cuentan: "¿pero no te acuerdas?, ¿si estuviste bailando con ella toda la noche!". Piensas, "¡joder, pero si yo no fuí!, no me acuerdo de nada!". ¿Quién estaba en mi lugar, qué hizo?.

Pero no solo es eso. Todas nuestras sensaciones acerca de algo, gustos, aprecios, desprecios, se basan en la memoria. Incluso más de una vez he tenido la sensación de que cierta simpatía o antipatía previa hacia alguna persona poco tratada, provenía de algún sueño que he tenido.

El otro día mi abuelo, de 92 años, comió, seguramente por primera vez en 60 o 70 años, gambas. Siempre las ha odiado, desde un atracón en Chiclana, cuando era joven.

El otro día, simplemente, las probó (estaban en la mesa, a su alcance) y le gustaron. Con la mayor naturalidad del mundo, al preguntarle, contestó: "¡a mí siempre me han gustado mucho las gambas!".

Todos esos años, desaparecieron en un instante.


domingo, 9 de agosto de 2009

Agosto

Hacía tiempo que no me quedaba en Madrid en agosto.
Pues fácilmente tres años, en los que sólo intuía durante cuatro o cinco días en qué se convertía mi barrio en el mes vacacional por excelencia.

Y es curioso, porque la percepción cambia mucho si estás a punto de irte de vacaciones o si aún sigues currando, y vas a seguir alguna semana más incluso:

Lo "desangelado" se vuelve "tranquilo", lo "vacío" se vuelve "desahogado"... Ahora también es cierto que el "buen tiempo" se convierte en "un calor insoportable". Gracias a Dios muchas oficinas tienen buen (a veces demasiado) aire acondicionado. Pero ese es otro eterno tema de conversación, acerca del que nadie se pone de acuerdo: dos personas en una habitación nunca tendrán la misma idea de cuando poner y cuando quitar el puñetero aire acondicionado.

Otras ventajas: sueles poder aparcar donde quieres; hay más sitio en los supermercados, los museos están más tranquilos,...

Ah, y otra importante, es quedarse durante el fin de semana del 15 a disfrutar de las fiestas de la Virgen de La Paloma, que por castizas no son menos animadas: se mezcla modernidad y tradición, y el ambiente es increíble en la calle.

Este añó sólo veo una cosa un poco cutrecilla por parte del Ayto.: y es que hay muchos menos cines de verano en los barrios. No sé, tambień es una manera de dinamizar la economía, ¿no? Al menos la de los vendedores de pipas...

viernes, 3 de julio de 2009

Mauricio

No, no voy a escribir acerca de Mauricio Colmenero (Tirí tirí tirí), ese personaje tan satíricamente español de la tele, sino de la Isla de Mauricio, sita en el Índico Sur, al oeste de Madagascar, cerquita de la isla de Reunión.

En realidad, de lo que más me gustaría dejar constancia es de la amabilidad, la educación, y el buen trato que ofrecen sus gentes. Gentes que son el resultado de siglos de mestizaje, entre europeos (portugueses, holandeses, españoles, británicos y finalmente franceses) y sobre todo africanos, indios y chinos. El resultado es tan armonioso como sorprendente y, aunque existen casos evidentemente mendelianos de los fenotipos implicados, realmente han llegado a conformar un tipo racial muy homogeneo.

Las razones que han hecho que conociera esta maravillosa isla no vienen al caso, pero es cierto que, aunque el viaje en cuestión no ha sido todo lo aventurero que han sido otros, ha supuesto un gran descubrimiento, por lo agradable de sus gentes y por la increíble variedad y exotismo de su naturaleza: los pájaros, los animales, la vegetación, el mar y sur corales. Todo ha resultado nuevo y me hace desear visitar otros destinos tropicales del hemisferio sur.

martes, 23 de diciembre de 2008

El Sistema

Una de las palabras más leídas y oídas en las últimas semanas es, sin duda, "el Sistema".

Puede ser, según la acepción más generalista del término, un "conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a determinado objeto".
También lo hemos oído recientemente, gracias a un escritor y un director de cine italianos, como referencia común a, nada más y nada menos, que a la mafia italiana.


Aunque sin duda el más asumido recientemente es el del dichoso "Sistema Financiero Internacional". O simplemente El Sistema, también, como los mafiosos. ¿O es que acaso no es prácticamente lo mismo?

Una avalancha de sensaciones se me acumula a la hora de pensar en ese concepto, pero trataré de ordenarlas.

En primer lugar, la antigua sensación de que toda la economía no es más que un engaño global en el que no se cumple la conservación de la energía. Desde pequeñito siempre me ha sonado raro eso del dinero: que sube de valor, que baja, que ahora la peseta se devalúa, y ahora el pescado es más caro y las patatas mas baratas (pocas veces se oía que algo era más barato, la verdad). Más adelante, te explican (sí, poco más adelante, que ahora no sé si esto se lo explicarán a algún adolescente) las ideas de Malthus y algún otro economísta global (filosófico él) del siglo XIX, en el que dudaban de que el Mundo (como sistema cerrado) fuera capaz de alimentar y albergar a una sociedad humana en constante expansión, tanto demográfica como de "calidad de vida". Y decías: "jo, pues si este señor decía que no llegaríamos al siglo XX... parece que se equivocó...". Pues a lo mejor no. Ese señor no sabía a qué nivel de calidad de vida estaba la mayor parte del planeta entonces, mucho menos ahora, claro. Con el tiempo esa sensación (no me atrevo a llamarla idea) no ha hecho más que crecer: mi formación científico-técnica no me ha permitido, pese a la inmersión en el mundo laboral en el que la unidad de medida fundamental es el €, entender de forma racional, cómo un sistema puede estar en equilibrio (o llegar a él) simplemente ¡¡creciendo y creciendo!! Es de locos. De algún sitio tiene que salir la energía: miradlo como un sistema cerrado... El Planeta Tierra. Nada sale y nada entra (vale, nada digno de ser tenido en cuenta en nuestra sociedad consumista), excepto LUZ DEL SOL, así que el incremento de riqueza o de energía interna tiene que venir de ahí... Puede ser interesante aplicar el primer principio. En cualquier caso, a mí me parece claro que para conseguir el efecto de riqueza, hoy por hoy y a nivel global, ojo, hay que deprimir a otras partes del planeta: medio ambiente y personas. No hay más que viajar (por favor, hacedlo) a África: están cada vez peor. ¿Qué progreso es ese? ¿Qué tipo de crecimiento es ese?

En segundo lugar, y ya a un nivel más moral que económico, está el asunto del milenio: ¿es lícito y moral que los gobiernos inyecten dinero en el sistema, para evitar males mayores? Primero, ¿qué porras es eso de "inyectar efectivo en el sistema"? No lo tengo muy claro, pero me temo que no es más que inventarse dinero de repente en una cuenta mágica, y meterlo ¿como crédito blando o incluso muy blando? a los bancos, que hacen como de concesionarios de las fábricas de dinero. ¡Y hala, ya está! Otra vez a prestar pasta, esta vez no de manera muy blanda, claro, que si no los pobres no salen adelante. Hay que joderse.

Vale, está muy bien el argumento ese de que "es el mal menor, si no inyectamos dinero en el sistema la crisis va a ser mucho peor, las empresas se van a ir a la porra y todo el mundo se va a quedar sin empleo". Pero ¿quienes se quedarían también sin empleo?¿Los directivos de las empresas? ¿Esos que cuando montan un desfalco en una empresa luego van y los echan, pero con unas indemnizaciones que les permiten retirarse (pobrecitos) al mismo nivel de vida o mejor que el que tenían?

¿Y el futuro?
Porque esa gente, no lo olvidemos, no va a sufrir esta crisis. Excepto algún japonés alienado que se haga el hara-kiri, no creo que la clase directiva de este planeta sea la que más sufra.

El mensaje es el siguiente: "huy, mira la que hemos formado, cómo de gorda la hemos líado (o parda), y aún así parece que no nos va a pasar nada,...je". Bueno, al que a lo mejor sí le pasa algo es al caradura de Madoff, que ha estafado a los ricos, a ese a lo mejor sí le meten mano.

La próxima crisis será peor, seguro.